lunes, 26 de noviembre de 2012

Los pueblos no hablan

Las campañas electorales resultan tediosas para mucha gente no solo por ser machaconas y estar llenas de impostura, sino porque el objetivo último es reducir a una sola sigla la multiplicidad de preocupaciones (o ausencia de ellas) de millones de personas. Por ello, es enormemente complicado interpretar los resultados de cualquier proceso electoral, saber qué factores han provocado una debacle o qué propuestas son las que han catapultado a una determinada opción.

Sin embargo, es muy tentador caer en ciertas simplificaciones que atribuyen a una supuesta voluntad colectiva la confluencia de comportamientos individuales de lo más dispares. Por ejemplo, Isaac Rosa, certero como pocos en casi todos sus análisis, asegura hoy que "lo que una mayoría de catalanes dice no es que no quieran ser un Estado, sino que no quieren ser cualquier Estado". Ojo, que yo mismo seguro que he usado expresiones similares y las usaré en el futuro, pero dadme una colleja en ese caso. Porque puede valer como licencia, sobre todo en su caso, pero hay que tener mucho cuidado al explicar qué dice "el pueblo".

En cada decisión personal ante las urnas toca contrastar las propias ideas e intereses con la papeleta que contenga la proporción más ajustada de independencia, de recortes, de preocupación por los derechos sociales, de atención al medio ambiente, etc. E influyen factores menos mesurables como la simpatía o confianza que emana de las personas que encarnan dichas siglas, el castigo a otras fuerzas, la influencia del entorno personal, o el pie con el que se ha levantado cada cual ese día. Todo ello lleva a que miles de votos a una misma opción política respondan a múltiples motivaciones y explicaciones diferentes.

Tomemos un ejemplo que la mayoría de medios está ignorando: la entrada en el Parlament de las CUP. ¿Cuántos votos debemos atribuirle a su discurso independentista? ¿Cuántos a su perfil claramente de izquierdas? ¿Cuántos al hecho de ser algo que se percibe como nuevo y outsider? Y eso que hablamos de 125.000 votos y de una fuerza política que en principio no está llamada (y se ha autoexcluído) a participar en los grandes acuerdos de gobernabilidad. ¿Cómo piensan, entonces, las casi 500.000 personas que han votado ERC? Quizá haya exvotantes de CiU que han querido asegurar el proceso independentista por si se echaba atrás. O quizá haya también quien haya querido castigar la política antisocial del Govern sin frustrar las expectativas soberanistas. Pero puede que junto a esa gente haya otra que confiara en poder forjar otras alianzas o reeditar el tripartit. Y con toda seguridad habrá quien no se líe en tantas consideraciones postelectorales y vote ERC porque simplemente cree que es lo mejor y ya se verá qué pasa después.

Por tanto, erraremos si sacamos conclusiones acerca de si Catalunya ha votado o no a favor de la independencia, de los recortes o de cualquier otro asunto. Para eso existen los referendos, aunque no guste usarlos. Quien quiera validar hasta el último punto de su programa electoral o echar por tierra el del contrario según los votos a cada candidatura estará siendo ventajista.

¿Y todo esto qué pinta en un blog que se supone que habla de IU y sus retos de futuro? Pues tiene mucho que ver, e intentaré explicar po qué de manera esquemática para no enrollarme más de la cuenta:
  1. Porque es fundamental entender que la crisis política también está relacionada con la crisis de la idea de representación. En una sociedad con cada vez más información al alcance, cada vez genera más contradicciones la idea de que solo puede elegir entre un paquete completo de ideas y personas para hablar por ti cada cuatro años.
  2. Porque ello adquiere un mayor nivel de contradicción cuando una fuerza política se ve ante la tesitura de tener que llegar a acuerdos de gobierno con otras. No se trata ya de presentar una tras otra las propuestas de tu programa (dando por bueno que tus electores apoyan todas), sino de pactar un programa nuevo, con lo que cada vez estás más lejos de tus propios electores. ¿Significa eso que jamás se deba pactar nada? No necesariamente. Pero supone una exigencia mucho mayor si no se quiere perder el contacto con la base social.
  3. Porque hay que hacer un recordatorio permanente de que "tus" votantes no son tuyos. IU muy a menudo ha hablado de "voto prestado" al PSOE, como si en cada elección partiéramos del escenario que se plasmó cuatro años antes en las urnas y nada hubiera cambiado entre medias. En cada proceso electoral se empieza de cero. De hecho, la mejor prueba han sido los batacazos de las encuestas previas a las catalanas, que al fiarse de criterios de comportamiento de convocatorias anteriores han errado en la estimación. La situación social que hoy vivimos abre paso a lo impredecible, afortunadamente para IU. Pero para aprovechar el viento a favor debe dejar de pensar en lo electoral como hasta ahora lo hemos hecho.

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